La utilidad de la arqueología. Una visión

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¿Qué es la arqueología? ¿Qué estudia? ¿Para qué sirve?

Bueno, para aquél que sea un arqueólogo no le voy a sorprender con lo que pueda decir a continuación, porque de esto sabrá mucho más, pero hay cierta confusión alrededor de este término y quisiera aportar un granito de arena para, a ser posible, contribuir a que los no arqueólogos, como yo, lo entiendan mejor y lo aprecien más. Y mientras escribo yo también voy aprendiendo.

Me voy a enfrentar a una palabra, arqueología una simple palabra que tiene dos partes claramente identificadas: por la izquierda la raíz o si se prefiere el prefijo “arqueo-”, que viene del griego archaios y significa antiguo, y por la derecha el sufijo “-logía”, que también viene del griego, en este caso de logos, que quiere decir ciencia o tratado. Visto así, podemos concluir que la arqueología es una ciencia que trata de lo antiguo -luego veremos que, a pesar de su logos, realmente estamos ante un método-. Estudia, pues, cosas pasadas y lo hace a través de objetos. Hasta aquí la definición es correcta, mas incompleta, porque ¿a qué llamarle antiguo?

La arqueología estudia elementos del pasado y ese pasado tiene unos cuantos años, pero ¿cuántos? Si queremos exagerar de verdad, podríamos decir que una carta que acabo de escribir y enviar por correo es un objeto arqueológico, porque pertenece a un pasado, aunque reciente y, si bien no creo que contenga nada interesante, ya que la escribo yo, tiene un contenido material (el papel, el sobre y la tinta) y otro inmaterial (ese contenido escrito, esas palabras) susceptibles ambos de ser analizados, y todo el mundo se reiría de mí porque ¿a quién se le ocurre considerarlo un objeto arqueológico? Bueno, abierto queda el debate, pero esa aproximación al contenido a estudiar no está mal encaminada. Cuando hoy, en el siglo XXI se habla de arqueología solemos, los no ilustrados, pensar en la Historia Antigua: Egipto, Mesopotamia, Grecia, Roma, etc. Podemos echar unos cuantos años más hacia adelante cubriendo la Edad Media (esa que se supone que finaliza con la caída de Constantinopla en 1453) y, hoy, hablamos también de arqueología industrial, que llega hasta casi nuestros días. ¡Cuánto juego! Si echamos unos años para atrás, ¡uy, cuidado! nos topamos pronto con la Prehistoria y ya empezamos a mezclar conceptos, porque la arqueología no debía compararse con la Prehistoria, porque hablamos de cosas distintas, muy relacionadas, eso sí, pero a niveles distintos. La Prehistoria puede ponerse en relación con otras historias: la Protohistoria, la Historia Antigua, la Medieval, la Moderna o la Contemporánea. ¿Y cómo se diferencia la arqueología de la Prehistoria? La Prehistoria empezaría con la aparición del hombre, de los primeros seres considerados homínidos y terminaría con la llegada de la escritura, cuyo momento temporal varía en función del área geográfica a la que nos refiramos. ¿Y la arqueología? Pues la arqueología es realmente un método para estudiar objetos antiguos, un sistema para analizarlos. Por tanto las diferentes “Historias” se servirán de este método para obtener información interpretable sobre esos objetos o artefactos, como también se llaman, de la cual inferir también hechos que pudieran haber ocurrido en el pasado. Los objetos pueden ser desde una simple arista de un hueso, pasando por la lasca de una piedra, hasta el arte más sofisticado mueble (cerámica, joyas, panoplias, etc.) o inmueble (edificios, murallas, viales, puentes u otros monumentos singulares). E importante de verdad no es encontrarse estos objetos, sino el lugar donde se hallan. Los objetos tienen valor en arqueología sobre todo cuando se encuentran en un contexto. Cada objeto en sí mismo, aislado y fuera de un contexto, puede tener un gran valor, puede compararse con otros objetos semejantes y deducirse parecidos entre ellos, las pequeñas diferencias entre objetos semejantes pueden dar pie a un estudio del porqué de éstas, pero si ese objeto se descubre en determinada zona geográfica, en un lugar concreto, en una capa estratigráfica, en una determinada posición, en un estado, falto tal vez de alguno de sus elementos característicos, aislado o junto con otra serie de objetos, la información para acercarnos al pasado se convierte en algo muy valioso, obtenemos con ello el registro arqueológico. El arqueólogo analizará el estado inicial en que encuentran los objetos y excavará de forma organizada, siguiendo un método. Documentará todo lo que vio y cómo lo vio, mandará analizar o analizará él mismo algunos objetos –hablamos del trabajo de laboratorio-, buscando respuestas y encontrando respaldo en otras ciencias. Estas pueden ser la palinología para estudiar restos de pólenes; la física para obtener dataciones; la geología para conocer la evolución geológica de determinadas áreas, etc. El arqueólogo también podrá estar especializado en numismática, en epigrafía (también ligada a la numismática), en arte antiguo en general; en arquitectura antigua; en una cultura: la romana, la ibera, la egipcia; en cerámica; en poliorcética y el mundo bélico de la Antigüedad; en aspectos religiosos o en el mundo de la muerte (enterramientos, necrópolis), sólo por poner algunos ejemplos.

Habría que matizar también qué hace un historiador y qué un arqueólogo. Para empezar un arqueólogo no deja de haber estudiado Historia para llegar a ser lo que es, por lo que estará capacitado para hablar de la Historia, aunque si queremos ser estrictos y separar la base de actuación de cada cual, el historiador tiene como fuentes: las transmisiones orales, los escritos antiguos (historiografía), hoy en día también grabaciones e imágenes y los registros arqueológicos; sobre los que infiere unos hechos pasados. El arqueólogo, pues, prepara una información para que luego se puedan interpretar unos hechos pasados. Debe tenerse en cuenta que en arqueología se debe empezar a hablar, cuando se habla de interpretaciones, de hipótesis, más o menos acertadas, más o menos verificadas y respaldadas por pruebas, y muchas de esas hipótesis / interpretaciones acabarán teniendo un reconocimiento generalizado académico y por la gente en general. La Historia la crea la gente y entiéndase esto en sus dos formas. Sin la gente no existe la Historia y la gente opina sobre la Historia. Pero a pesar de que tengamos este inconveniente, no lo veamos ahora como una traba porque la Historia nos enseña, es una fuente de información utilísima.

El hombre no es sólo un ser que vive al día, pensando en el futuro, algo que debe hacer, por supuesto, porque de ello depende su supervivencia. Acaba necesitando algo más. Cada persona es distinta y esto junto con las circunstancias en las que se encuentra: geográficas, climáticas, socioculturales y económicas, determinan su grado de interés por las cosas. Aun siendo cada cual distinto, el hombre piensa y sobre todo siente, y es esto lo que le lleva a apreciar las artes, lo estético, cosa que viene produciéndose desde época inmemorial y por ello siente admiración por muchos objetos antiguos arqueológicos artísticos a los que le da un valor. Sin la arqueología el objeto artístico seguiría siendo apreciado, pero la arqueología le aporta un contexto y una historia que le da más valor aún. Cuando una persona entra en un museo arqueológico se deja impresionar sobre todo por lo estético, el brillo, la delicadeza de las formas o la majestuosidad de un objeto, esto es lo primero que ve, las cosas acaban entrando por los ojos y esto tampoco es malo, pensemos, eso sí, que estamos ante un efecto publicitario. Ahora bien, la arqueología no acaba aquí, vamos que esto que vemos en un museo no es más que el resultado de una excavación o de un encuentro con un antiguo objeto, cosas materiales, interesantes sí, pero no son el quid de la arqueología. El hombre, cuanto más tiempo tiene para pensar y menos tiempo necesita para sobrevivir, acaba mirando hacia el pasado, hacia sus orígenes. Necesita comprender lo que le rodea sin la necesidad imperiosa de depositar su confianza en puros actos de fe. Este conocimiento, siempre incompleto, eso sí, lo aporta la Historia y la arqueología es una fuente de información para esta Historia. A los materiales con los que se encuentran los arqueólogos hay que darles vida y esto sí es quid de la arqueología, al menos así lo veo yo. Se analiza lo que se ve y se intenta explicar para entender un pasado, un pasado que necesitamos para saber más sobre nuestro presente y poder estar mejor preparados para el futuro. Sí, esto es el argumento principal para darle el peso que se merece a la arqueología. Pero aquí no se acaba, podemos aprender mucho más. Detrás de un arqueólogo hay un afán por descubrir cosas y por tanto de superarnos. Esto es consustancial a cualquier ciencia y a cualquier persona. Un arqueólogo puede ser, por tanto, un espejo en el que reflejarnos, no en su personalidad, que esto es otra cosa, sino en ese afán por buscar eso que todos necesitamos, respuestas. Detrás de una excavación arqueológica también hay un sistema minucioso, un orden que, aplicado a muchas facetas de la vida y profesionales, nos permite estudiar con precisión los hechos y circunstancias que nos rodean. Sin ir más lejos, la policía científica tira de métodos arqueológicos en sus investigaciones. La arqueología, que no se acaba considerando una ciencia, sino más bien un método o a lo sumo una ciencia auxiliar, acaba siendo una ciencia de ciencias. Aglutina conocimientos de todas las ciencias imaginables: la física, la química, la biología, las matemáticas, la astronomía, etc.; y de las Humanidades: historia, arte, sociología, psicología, antropología, etc. para hallar respuestas. ¡Qué magnífica combinación de conocimientos y de colaboración entre todos! Por tanto, encontramos en la arqueología todo el conocimiento humano para hallar respuestas. ¿Es o no es importante esta labor?

(C) Luis del Rey Schnitzler