Isis - Philae

La diosa Isis. Reina, madre y maga. Su presencia en Hispania

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LA DIOSA ISIS

Reina madre y maga – Su presencia en Hispania

El origen

El ser humano siempre ha buscado una explicación a su existencia y, al no poder hallarla de manera racional, se ha apoyado en figuras divinas, dioses que dieran respuesta a la vida y a la muerte, a los fenómenos naturales y a las llamémosle vanidades del hombre: sus anhelos, sus envidias, sus pasiones, sus guerras, sus intrigas, etc.

Uno de los panteones más estudiados de la antigua mitología es el egipcio, que no sólo fue uno sino varios, con diferentes dioses que iban cambiando de posición, nombre y atributos según el lugar y según el tiempo. Seguramente el mito de Osiris, resucitado por la diosa Isis, de cuya unión nació Horus, sea uno de los más famosos y que tuvieron mayor influencia en otras religiones posteriores, como la greco-romana o, ya más tarde, la cristiana. No existe un único mito, porque de él hay varias versiones, pero todas tienen una serie de características en común.

El Mito de Osiris

Resumo en pocas palabras el mito de Osiris: Osiris, hermano y cónyuge de Isis, reinaba sobre Egipto. Su hermano Seth envidiaba a Osiris y lo asesinó, asumiendo el poder. El cuerpo de Osiris fue despedazado en varios trozos, que fueron esparcidos por todo Egipto. Isis encontró uno a uno los pedazos de su esposo y con ayuda de Anubis y su hermana Neftis, esposa de Seth, recompuso su forma y lo resucitó. De su unión “milagrosa” nació Horus, quien acaba vengando a su padre.

La vida, la muerte y la resurrección, que alude también a la fecundidad, tanto de los seres vivos como de la tierra, y a los ciclos de la noche y el día, están presentes en este mito, asi como el amor o la envidia, cualidades tan propias del ser humano. Sólo la magia, los poderes sobrenaturales de los dioses, distingue a los dioses del mito de Osiris de los humanos.

La Isis faraónica

De acuerdo con la mitología egipcia la diosa Isis era hija de Geb (el dios de la Tierra) y de Nut (la diosa del cielo). Las primeras manifestaciones escritas de su culto se remontarían a la la dinastía V de Egipto (2500 a 2350 a.e.c.). Entre otros epítetos, fue conocida como la gran diosa maga, la diosa madre, diosa de la fecundidad y de la maternidad o la señora del Cielo y de la Tierra. Encarnaba a una diosa entre las diosas. El nombre con el que conocemos a la diosa Isis proviene del griego, dado que en Egipto se llamada Ast, que quiere decir “trono”, con el que es representada en caracteres jeroglíficos.

También es frecuente verla representada sentada sobre el trono con el tocado del disco solar entre el uraeus (los dos cuernos que la asimilan a la diosa Hathor, la vaca nutricia). Aparece igualmente con alas de milano o en su papel de diosa lactante, con su hijo Horus. Posteriormente se la ve con el tyet, el famoso nudo de Isis, un amuleto protector que simbolizaba la vida renacida. Otros atributos con los que se asocia son el sistro (instrumento parecido a un sonajero) y el menat (un pectoral).

La diosa era venerada en múltiples lugares en Egipto, si bien es en la Isla de File (Philae) donde se encontraba su principal lugar de culto, que se mantuvo hasta su cierre definitivo ordenado por el emperador romano de Oriente, Justiniano, en el siglo VI e.c., quien acabó prohibiendo su culto en toda la órbita cristiana romana oriental.

De la Isis ptolemaica o lágida a la “interpretatio romana

Tras la conquista de Egipto por Alejandro Magno en el último tércio del siglo IV a.e.c., y su posterior muerte, la dinastía ptolemaica asume el poder en el reino del Nilo. Se produce entonces un proceso sincrético donde, de forma interesada, surgen dos nuevos dioses, fruto de otros anteriores, que van a tener una enorme influencia en la órbita mediterránea, especialmente ya en tiempos de Roma. Por un lado Serapis o Sarapis (que se puede considerar una unión de Osiris y Apis) y una nueva Isis, con algunos atributos de la anterior faraónica, pero con otros rasgos greco-latinos. A esta nueva Isis, se le suele llamar la Isis ptolemaica o lágida.

Con el tiempo el culto a Serapis e Isis se va dando a conocer a través del Mediterráneo, va ganando adeptos, y acaba llegando a la capital romana y también a Hispania, de la mano más que probable de los comerciantes.  Esta nueva religión poseía el atractivo de su exotismo y magia, su cariz mistérico, la cercanía de los dioses, que sufren y aman, al ser humano, la posibilidad de pertenecer a un grupo selecto, ser protagonistas en su iniciación y una respuesta satisfactoria para una vida en el Más Allá.

Hay constancia de que en tiempos de Mario (siglo I a.C.) aparece el primer colegio de pastóforos (nombre dado por los romanos a los sacerdotes de Isis) en Roma. Unas décadas después las relaciones de Julio César con Egipto y Cleopatra, -que se llegó a considerar a si misma como la reencarnación de Isis- y el posterior conflicto entre Marco Antonio, amante de Cleopatra, con Octaviano, futuro emperador Augusto, no hacían presagiar un futuro halagüeño al culto de Isis, que Octaviano y varios senadores combatieron, fieles a las tradiciones romanas y a su religión oficial, renuente a la “externa superstitio”, los cultos extranjeros.

No obstante, es evidente que esta lucha no tuvo éxito en lo que respecta a la actitud de futuros emperadores. En un mundo cosmopolita como el romano resultaba difícil no abrirse a otras creencias  y el culto a Isis acabó por triunfar, apoyada por algunos emperadores como Calígula, Vespasiano, Tito, Trajano o Adriano.

La diosa Isis romana ya llegó en una versión adaptada a través de la Isis lágida y los romanos realizaron una “interpretatio” de la diosa para adaptar su figura y atributos al gusto romano.

De hecho la interpretación romana llegó a tal punto, que en muchos casos la convirtieron en una Isis-Panthea, a una diosa de dioses, una “suprema divinidad” equiparándola a Fortuna (una Isis-Tyché con su cornucopia y el timón), a Atenea (con su casco), a Niké (con sus alas), a Luna, la Hécate griega (con el disco solar que pende de su cabeza dentro del uraeus, reminiscencia de su pasado egipcio, que simboliza los cuernos de Hathor). La diosa se asoció también con la maternidad, como en época faraónica, apareciendo frecuentemente como una Isis lactans, amamantando a su hijo Harpócrates (nombre griego dado a Horus), que tanto influiría en la caracterización, años después, de la Virgen María con el niño Jesús.

Isis era vestida a la moda romana con túnica, sandalias y el nudo isíaco que se formaba anudando la túnica a la altura del pecho. Este nudo se suponía que poseía cualidades mágicas y protectoras (es interesante resaltar que los nudos, con posterioridad, con frecuencia, fueron considerados algo endemoniado).

En sus inicios debió tratarse de un culto mistérico, es decir, se requería un rito de iniciación para poder ser aceptado en la congregación religiosa, estando el conocimiento de sus misterios reservado sólo a los iniciados. Luego, de acuerdo con las posiciones de los estudiosos en la materia, habría perdido su cualidad mistérica, al tiempo de ser incluido el culto de Isis en la religión oficial. Tal vez esta razón fuera determinante para que perdiera “fuelle” su culto. Por otro lado, no parece que la desaparición de su culto se deba al auge del cristianismo. Lo habrían causado otras circunstancias sociales.

La diosa Isis en Hispania

Parece que el culto a Isis se introdujo en Hispania entre los siglos I y II e.c.,  habiendo sido localizados varios iseos y numerosos materiales que dan fe de su implantación en territorio hispano.

Los recientes hallazgos de un iseo en Cartagena en el que también se han recuperado materiales asociados a la diosa y las nuevas aportaciones académicas sobre el santuario de Isis en el Teatro romano de Itálica puede que arrojen más luz sobre su implantación en la Península Ibérica.

Se han identificado hasta el momento tres edificios asociados directamente al culto a Isis:

  • Un iseo junto al foro de Baelo Claudia, Tarifa, Cádiz.
  • Otro iseo, en fechas relativamente recientes, en Cartagena, en las laderas del Molinete (que ya se puede visitar, pero que aún está en fase de estudio).
  • Un santuario localizado en la galería del pórtico norte del teatro romano de Itálica (Santiponce, Sevilla).

El de Itálica no se considera propiamente un iseo, aunque no hay duda de su importancia como santuario. En los otros dos quedan en pie los cimientos y parte del podio del templo, aunque se ha perdido su alzado. El templo de Baelo se sitúa pegado al capitolio de la ciudad hispano-romana, lo que nos da una idea de la relevancia que tuvo.

El iseo en Baelo estaría rodeado de una muralla, que lo aislaría de los curiosos, permitiendo el acceso de las miradas sólo a los iniciados. En un patio interior; que rodea el templo propiamente dicho (con su naos o cella, donde se ubicaria la estatua de la diosa), frente a la escalinata que da acceso a la cella se ha identificado un altar, un pilón, un hogar y, algo más apartado, un pozo. Todos estos elementos estarían relacionados con las ceremonias de culto o de iniciación, que aquí se celebrarían. En la parte trasera del patio se ubicaban unas estancias reservadas igual para los sacerdotes, en las que podrían haberse realizado también ritos de iniciación o, tal vez, de adivinación, relacionados con la tierra y el cielo, elementos muy presentes en la figura de Isis.

En Pompeya, la tan afamada y por la naturaleza arrasada, se encuentra un templo relativamente intacto dedicado a la diosa y una casa privada, de un personaje llamado Loreio Tiburtino adaptada como santuario privado dedicado a la diosa, de la que destaca un estanque, donde se podrían haber simulado las crecidas del Nilo. La arqueología comparada nos ayuda  a entender cómo se estructuraban este tipo de templos, ya que existen no pocas similitudes entre las estructuras del templo de Baelo y las del templo de Cartagena con las del de Pompeya.

El iseo de Pompeya también posee un patio, habitaciones que han sido identificadas como pertenecientes a los sacerdotes (pastoforion) y una sala (ecclesisterion), que serviría para llevar a cabo los rituales de iniciación. Al igual que en Baelo, existe un pequeño habitáculo subterráneo (al que en los estudios se refieren como un edículo, un tabernáculo, un pozo o una cueva) en el que se llevaría a cabo la simulación de una catábasis, recreando la muerte y resurrección de Osiris.

Los ritos llevados a cabo en los iseos hispanos no debían haber diferido mucho de los oficiados en Pompeya u otros rincones del Imperio, como  en Ostia Antica o en Delos, lugares donde también se atestigua el culto a la diosa.

En Hispania, no sólo se han localizado los mencionados templos, también hay constancia de muchos materiales epigráficos o anepígrafos que se refieren a Isis:

  • Aras (Chaves, Portugal y Sagunto).
  • Pedestales (Museo Arqueológico de Sevilla, procedente de Guadix) o
  • Lápidas con inscripciones (Alcácer do Sal, Astorga, Braga, Cabra, Caldes de Montbuy, León, Tarragona, Torre de Miguel Sesmero o Valencia) y
  • Ex-votos, que representan huellas de pies en relieve (teatro romano de Itálica e iseo de Baelo Claudia) –expuestas respectivamente, en el Museo Arqueológico de Sevilla y en el Museo de Cádiz-.

Son un indicio de que en aquellos lugares existió un culto a esta diosa o, al menos, de que había personas devotas de ésta.

Sobre las llamadas plantae pedum (huellas de las plantas de pies) se han escrito interesantes estudios que hablan de su probable significado: desde ex-votos para pedir la curación de algún mal que afecta a los pies, pasando por el deseo de los peregrinos de llegar y volver a casa, sanos y salvos (pro itu et reditu) tras su peregrinación a un lugar santo, hasta la personificación del dios o diosa mismo, que no acaba de materializarse completamente ante sus fieles, pero sí deja constancia de su presencia a través de su huella.

Llama la atención el paralelo que tenemos en la religión católica con el caso de la huella atribuida a Jesucristo (reproducida en la iglesia del Domine Quo Vadis, pero cuyo original estaría en la iglesia de San Sebastián, ambas en Roma), localizada en el lugar en el que se le habría aparecido a San Pedro, de acuerdo con los Evangelios.

En el caso de Baelo los pies se dirigen hacia fuera del iseo, estando sobre la lápida una huella más adelantada que otra, pudiendo representar a los pies de la propia diosa que sale a recibir a sus devotos. En el de Itálica adoptan la posición contraria, con la dirección de los pies dispuesta hacia dentro del santuario, pudiendo en este caso representar a los fieles que marchan hacia él para presentarse ante la diosa.

También se han encontrado otros materiales relacionados con Isis, su figura o sus atributos, como en:

  • Lucernas (en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, por ejemplo),
  • Amuletos (en el Museo Arqueológico Nacional y en el Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera)
  • Terra sigilata (representando a Anubis)
  • Terracotas (en el Algarve, por ejemplo),
  • Figurillas de bronce (en el Museo Arqueológico Nacional, por ejemplo),
  • Pinturas murales (Bílbilis),
  • Monedas (Baria = Villaricos, Almería),
  • Mosaicos (Mérida) o
  • Esculturas de mármol:
    • Museo Nacional de Arte Romano.
    • Museo del Prado [de procedencia itálica, aportadas por la Casa de Borbón en el siglo XVIII].
    • Museo de Valladolid [de probable procedencia itálica].
    • Museo de Burgos [encontrada en Clunia] o
    • una escultura procedente de Regina Turdulorum, Casas de Reina, Badajoz, actualmente en manos privadas.

En este caso, en el de estos otros materiales, de acuerdo con los estudios, podrían ser simplemente objetos decorativos, sin que implicaran un culto explícito a Isis, aunque no se puede descartar que en aquellos lugares donde se encontraron existiera dicho culto.

La cabeza de una posible sacerdotisa de Isis hallada en Emerita Augusta (con el tocado de coleta con tirabuzones, -actualmente forma parte de los fondos del MNAR-) es un posible indicio de que en esta gran ciudad romana hubiera existido un culto a Isis.

Junto con las lápidas con huellas de pies en el teatro romano de Itálica, también se halló una cabeza que presumiblemente pertenecería a una sacerdotisa de Isis.

La lápida con una dedicatoria a Isis en Braga se ha asociado a un posible templo a Isis que pudiera haber estado bajo la actual catedral o en su entorno cercano.

La inscripción romana en el Paseo de la Pechina (Petxina) de Valencia apunta a la existencia del culto a la diosa Isis por parte de una congregación de esclavos.

Una estatua que representaría al Nilo con una inscripción que pudiera hacer referencia a un colegio de Cabra (identificado según los estudiosos como un colegio de fabricantes de lucernas, de panaderos, de canteros o un colegio religioso), también se ha considerado como posible indicio de que en Cabra, la Egabrum romana, existiera un culto organizado a la diosa Isis.

Una de las inscripciones labradas en la piedra en el santuario romano de Panóias (Vila Real, Portugal) también menciona a la diosa Isis.

En la necrópolis púnica del Puig des Molins de Ibiza se han hallado varios amuletos representando a Isis entronizada. Puede que en este contexto se tratara aún de la Isis faraónica y no de la lágida, dado que podrían datar de inicios del siglo IV a.e.c. (serían anteriores a la época ptolemaica).

En Lugo, la antigua Lucus Augusti, en la necrópolis romana del Centro Arqueológico de San Roque, se encuentra un enigmático estanque con dos cabezas que hacen de surtidores, siendo atribuidas, respectivamente, a Isis y a Amón.

Como ya se indicara, parece que el culto lo trajeron los comerciantes, que proliferó inicialmente entre las clases menos pudientes, siendo luego también seguido por personas de mayor estatus económico y social, puede que influidas por el apoyo que algunos emperadores romanos dieron a esta divinidad (Calígula, Adriano o Caracalla). Se han encontrado más materiales arqueológicos referentes a Isis en la costa mediterránea y su entorno continental inmediato que en el interior de Hispania.

El culto a la diosa Isis

En Herculano y en Pompeya (Campania, Italia) se han preservado pinturas que representan algunos ritos vinculados al culto a la diosa Isis.  Se conservan en el Museo Archeologico Nazionale di Napoli. En estas pinturas vemos a sacerdotes con túnicas de lino blanco y cabezas rapadas (A juzgar por el aspecto de las cabezas de probables sacerdotisas de Isis encontradas en Hispania, que tienen cabello, no estaría claro si éstas tendrían la cabeza rapada como norma).

Portan el sistro (instrumento que serviría para ahuyentar el mal, encarnado dentro del mito de Osiris en Seth, a quien Plutarco en su obra de «Isis y Osiris» llama Tifón) y una sítula (con agua “bendita” del Nilo, que representa a Osiris), que se muestra  a los fieles. Aparecen danzantes y músicos y en uno de los cuadros un personaje con lo que parece ser una máscara de Anubis (dios que ayudó a resucitar a Osiris, y que se encarga de embalsamar a los muertos y de guiarlos en el Más Allá hacia el Paraíso egipcio (los Campos de Aaru).

La literatura sobre el culto a Isis es escasa, destacando los pasajes del Asno de Oro (o la Metamorfosis) de Apuleyo o la obra de PlutarcoIsis y Osiris”. Tanto Apuleyo como Plutarco vivieron en el siglo I d.C.

Apuleyo es, tal vez, la mejor fuente para conocer cómo se practicaba el culto a la diosa Isis. Se sospecha que él mismo fuera un devoto de esta diosa. En su Metamorfosis (El Asno de Oro) en el canto XI nos habla de él.

Por las mañanas los sacerdotes despertaban a la diosa hablando en egipcio. Su figura era vestida y aseada. En la ceremonia posterior ante los fieles se mostraba el vaso canopo con agua que simbolizaría el agua del Nilo, al dios Osiris, marido de Isis. Llegada la tarde, los dioses volvían a ser ocultados.

El ritual más importante era la iniciación. Durante la iniciación básica, el devoto entraba en contacto con los textos sagrados escritos en idioma jeroglífico y se le permitía contemplar la imagen de la diosa. Debía abstenerse de comer carne y vino durante 10 días, tras los cuales era introducido en una cueva-pozo donde pasaba la noche. En esta cueva se simulaba la catábasis (la muerte y resurección), antes mencionada. Es probable que fueran usados alucinógenos. Tras esta fase, en la que el iniciado entra en contacto con lo divino, reaparece ante los fieles divinizado portando una clámide –una antorcha olímpica- y una corona de hojas de palmera.

Las festividades más importantes relacionadas con Isis fueron la Inventio Osiridis, a finales de octubre, en la que se representaba la muerte y resurección de Osiris y la Navigium Isidis, el 5 de marzo. A las ya de por si múltiples prerrogativas divinas de la diosa Isis se unía la de ser protectora de los navegantes. Su origen se relaciona, por un lado, con la versión en la que el cuerpo de Osiris muerto navega en un ataúd por el Nilo e Isis lo busca y recupera (la versión de Plutarco, por ejemplo), y con el hecho de que Alejandría, ciudad portuaria capital del reino ptolemaico, requería de una diosa afín a los intereses de su población, tan viculada al mar. En Roma esta fiesta, la Navigium Isis, inauguraba oficialmente la temporada de navegación.

Estas festividades iban unidas de procesiones en las que se paseaba a las imágenes divinas, algo que ya fuera habitual en el antiguo Egipto y que, tras un proceso sincrético, también vemos emulado en las procesiones cristianas.

Un dato curioso

El nombre Isidoro o su variante Isidro proceden de la unión entre la raíz Isis y el sufijo doron  = regalo en griego, y significaría “regalo de Isis”. Tendría una etimología parecida a la del nombre Teodoro = “regalo de Dios”.

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Luis del Rey Schnitzler (2017)