Menorca talayótica – Un mar de historias antiguas

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MENORCA TALAYÓTICA

Tierra, roca, viento y un mar de historias antiguas

Tienen en común las islas que para acceder a ellas hay que atravesar una masa de agua. A veces, las islas se encuentran a poca distancia del continente, a unos cuantos metros, otras veces son cientos de quilómetros los que las separan del “montón” de tierra más próximo. No obstante, el hecho de vivir en una isla, especialmente si es pequeña, esté donde esté, cerca o lejos de la costa continental más próxima, a menudo, confiere a sus habitantes unos rasgos peculiares que los hacen diferentes de las personas que viven en el continente.

Sin ánimo de generalizar, uno de esos rasgos sería la fuerte sensación de pertenencia recíproca, del habitante a la isla y de la isla al habitante, dentro de un espacio acotado, rodeado por el mar. Se produce una especie de simbiosis donde cada cual aporta algo, haciéndose difícil vivir el uno separado del otro.

Estos caracteres diferenciales destacarían más cuanto más nos alejáramos hacia atrás en el tiempo y cuanto más distante estuviera la isla de otras islas o del continente habitados.

Menorca, la segunda isla en extensión de las Baleares, no sería una excepción a esta regla.

La belleza de sus costas y en especial de sus calas contrasta con la belleza de su interior, con llanos, valles, barrancos y montes cubiertos de vegetación mediterránea, que se alternan en un paisaje del que destacaría la tranquilidad que transmite.

Durante la prehistoria más reciente, cuando ya existirían embarcaciones capaces de atravesar el Mar Mediterráneo, se producirían migraciones por mar, por lo que debieron existir contactos con otras islas del Mediterráneo y con el continente; intercambios culturales, artísticos y tecnológicos, que cada pueblo supo adaptar a su peculiar manera de ser. Aun existiendo estos contactos, la isla no dejaba de ser una isla, relativamente aislada, circunstancia que propiciaba la evolución de una idiosincrasia y una cultura propias.

Destaca en Menorca la llamada “cultura talayótica” (presente también, aunque en menor medida, en Mallorca), que hunde sus raíces en la Edad del Bronce, se desarrolla en la del Hierro, desapareciendo paulatinamente (al menos a efectos de sistematización de etapas cronológicas) tras la conquista de las Baleares por Roma en el año 123 a.e.c. Se habla de diferentes etapas cronológicas: el dolménico (aún de finales del Calcolítico), el naviforme (ambos dentro de la etapa también llamada pretalayótica), el prototalayótico, el propiamente talayótico o el postalayótico, si bien, por extensión, a todo el período se le suele llamar talayótico. Aunque la era talayótica finaliza con la venida de los romanos, existen evidencias que apuntan al uso continuado de los poblados talayóticos hasta bien entrada la Edad Media.

La isla de Menorca ya ha sido declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco y, ahora, la Menorca talayótica es candidata a Patrimonio de la Humanidad y no le faltan argumentos, de hecho no sé por qué no lo es aún. Digamos que tiene la suerte de haber estado escondida.

La cultura talayótica posee manifestaciones arquitectónicas singulares que la hacen realmente interesante.

Toma el nombre de unas torres generalmente macizas, construidas con grandes sillares, siendo torres de planta circular o elíptica y cuerpo troncocónico, -pero con la punta del cono seccionada-, con un habitáculo superior, que proliferan en un número cercano a las 300 por toda la isla. El nombre “talaiot”, de cuña local más reciente, derivaría de la palabra de origen árabe “atalaya” y habría sido una forma de referirse despectivamente a estas construcciones que, con el paso del tiempo, habían perdido su función, entre simbólica y defensiva. El hecho de que desde los talayots se pudieran observar en cadena los demás talayots, hace pensar que tuvieran una función estratégico-defensiva. No obstante, existen poblados de mayor tamaño con más de un talayot, pudiéndose considerar alguna de estas torres supérflua, por su ubicación dentro del poblado y respecto de su hipotético sistema defensivo, cobrando fuerza una posible función simbólica adicional.

Talayots interesantes son el de Cornia Nou, de Trepucó, de Torelló, de Trebalúguer, los de Montefí o los de Sant Agustí Vell, uno de los cuales tiene la particularidad de poseer una gran sala interior con columnas de piedra y vigas datadas hace 4000 años.

Si bien los talayots son las construcciones antiguas de mayor tamaño existen otras muy peculiares integradas dentro o cerca de los poblados talayóticos, como los recintos de taula, las salas hipóstilas, las casas círculo (o círculos a secas), las necrópolis-cueva o las llamadas navetas (de habitación y de enterramiento).

Los recintos de taula suelen encontrarse en mitad de los poblados y tener forma de herradura con cerramientos de muros ciclópeos. Tendrían un acceso adintelado y en el centro se encontraba la denominada taula, una construcción en forma de “T” compuesta por una gran losa rectangular vertical clavada en el suelo y otra plancha horizontal colocada sobre la losa vertical para adquirir su característica forma de “T”. Habrían sido lugares de culto.

De estos recintos de taula destacaría los de Trepucó, de Torralba d’en Salort, de Talatí de Dalt, de Torretrencada, de Torrellafuda o el de Torre d’en Galmés. Las taulas de Trepucó y de Torralba son las de mayor tamaño. En el poblado de Son Catlar, al sur de Ciudadela, existe el mayor recinto de taula de la isla, si bien le falta la losa-capitel horizontal, que se encuentra fragmentada en varios pedazos en el suelo. Este mismo poblado posee el tramo de muralla ciclópea más completo de la isla.

Las salas hipóstilas son cuartos provistos de columnas, que en su base son más estrechas que en su cima, sobre las que se colocan losas de piedra que, a modo de tejado, se extienden de forma radial hacia sus muros exteriores o hacia otras columnas. Se desconoce su utilidad, pero aparecen frecuentemente junto a los círculos (viviendas) de los poblados, como en Torralba d’en Salort, Talatí de Dalt o en Torre d’en Galmés. Otra sala hipóstila interesante es la de Es Galliner de Madona.

Los círculos serían viviendas con patios interiores y habitaciones, dispuestos de diferentes maneras. Donde mejor se pueden apreciar es en Torre d’en Galmés.

Las navetas habrían tenido diferentes funciones, desde la residencial (caso del poblado de Son Mercer de Baix) hasta la de servir de lugar de enterramiento. Su nombre se debe a su típica forma de casco invertido de una nave. La fábrica de grandes sillares ciclópeos de piedra (en ocasiones perfectamente ajustados) de estas navetas impresiona al visitante. El interior de las navetas de enterramiento puede consistir en una sala diáfana o en un habitáctulo de dos pisos.

La más famosa y mejor conservada es la naveta des Tudons, localizada muy cerca de Ciudadela, aunque podremos encontrar otras muy interesantes, como las de Rafal Rubí (que, a día de hoy, tienen la ventaja de poder ser visitadas por dentro, cosa que ya no se puede hacer en la naveta des Tudons) o las de Biniac occidental y oriental, muy cercanas a las de Rafal Rubí, los dos grupos cerca ya de Mahón.

Los enterramientos desde finales del Calcolítico hasta la Edad del Hierro se habrían realizado también en dólmenes, en cuevas naturales y en cuevas artificiales.

El dolmen más llamativo es tal vez el de Ses Roques Llises, cerca de Torre d’en Galmés. En casi todos los poblados podremos encontrar cuevas de enterramiento, pero las más sobresalientes son las cuevas artificiales que veremos en la costa: en Cala Morell, al NE de Ciudadela, en Calescoves, al este de Cala en Porter o en Coves de Forma al SW de Sant Climent. No obstante, la cueva más espectacular por sus dimensiones es la Cova de Es Coloms (una gran sala de mas de 100 m de profundidad y hasta 24 de altura), en el barranco de Binigaus, a la que se accede por un precioso sendero que atraviesa todo el barranco y llega hasta la playa.

Existen yacimientos de fácil acceso por disponer de aparcamientos, buena señalización y tener amplios horarios de apertura. Otros, en cambio, tienen horarios restringidos o bien requieren de una cita previa para ser visitados, al encontrarse en terrenos privados. Sólo unos pocos no pueden ser visitados actualmente. Todos los yacimientos que he visitado personalmente poseen carteles informativos y, en principio, también una buena señalización para ubicarlos. No siempre resultará fácil aparcar cerca de los yacimientos y en muchas ocasiones habrá que contar con recorrer un amplio trecho a pie, pero valdrá la pena. Faltaría acondicionar los yacimientos para poder ser visitados por personas con movilidad reducida.

Hallaréis mucha información complementaria con mapas, descripciones, indicaciones sobre cómo llegar y regímenes de visita en:

También recomiendo la visita a dos museos donde se expone el grueso de los hallazgos realizados en los yacimientos talayóticos menorquines.

Conviene informarse sobre qué salas están abiertas en el Museo de Menorca, dado que, en la actualidad, está siendo reformado.

Aunque de la arqueología de Menorca sobresalga la cultura talayótica, no podemos olvidar visitar las ruinas de las numerosas iglesias de época bizantina, el castillo islámico de Santa Águeda o el campamento romano de Sanitja.

En mi reciente visita a Menorca adquirí una fantástica guía cuya lectura recomiendo:

Guía Menorca talayótica – La prehistoria de la isla.

ISBN: 978-84-8478-640-5

Año: 2015

Editorial: Triangle Postals

 

 

¡Disfrutad viajando!

(C) Luis del Rey Schnitzler